Desde ASIPLA -y en especial, desde nuestro Comité de Economía Circular- creemos que situaciones complejas como la que estamos viviendo en el mundo con el Covid-19 nos obligan a repensar la forma de hacer políticas públicas ambientales, de manera que constituyan soluciones integrales capaces de responder a esas complejidades.

El Coronavirus ha generado un cambio de paradigma a nivel mundial y ha obligado a todos los sectores de la sociedad a replantear y readecuar sus rutinas, sus prioridades, sus formas de vincularse y, como consecuencia de todo lo anterior, hasta los patrones de consumo de las personas han cambiado.
Es aquí donde hemos visto otro de los efectos del Covid-19, y es que ha vuelto a poner sobre la mesa el debate en torno a los plásticos de un solo uso y la conveniencia de su utilización durante una crisis sanitaria.

Por una parte, tenemos que un gran número de insumos médicos y sanitarios, ampliamente utilizados, como jeringas, bolsas de suero, vías, etc., así como parte importante del equipamiento de protección personal que utiliza el personal sanitario, tales como mascarillas, delantales, escudos faciales, guantes, entre otros, etc., son todos fabricados de plástico. Por otra parte, para nadie es cuestionable que frente a la crisis sanitaria que estamos viviendo -y dejando que prime el sentido común de autocuidado por encima de otros argumentos-, la recomendación tanto de parte de las autoridades como de los ciudadanos es unánime respecto de preferir productos de un solo uso que garanticen la inocuidad y la seguridad.

Un ejemplo concreto es lo que plantea Ross McKitrick, profesor de Economía en la Universidad de Guelph (Canadá) y miembro senior del Instituto Fraser, quien señala en una columna del Financial Post que “gran parte de nuestra dependencia actual de los envases de plástico fue motivada por la necesidad de higiene pública”. Y lo grafica con lo que ocurre en Estados Unidos: “apenas unas semanas antes de que el Coronavirus golpeara con fuerza la ciudad de Nueva York, la legislatura del Estado de Nueva York prohibió las bolsas plásticas. Luego, como si reconocieran la conexión con la higiene, el estado suspendió temporalmente la implementación de la ley, al mismo tiempo que instó a las personas a lavar con frecuencia sus bolsas reutilizables”.

Lo mismo se replicó en otros estados, como Massachusetts e Illinois, donde los gobernadores prohibieron el uso de bolsas reutilizables; Oregon suspendió la prohibición de bolsas plásticas y otras ciudades como Washington y Albuquerque prefirieron poner pausa a los procesos legislativos para prohibir los mismos productos. En tanto, el Departamento de Salud Pública de San Francisco, una de las primeras ciudades de Estados Unidos en prohibir el uso de bolsas plásticas, emitió una orden que obliga a las empresas a “prohibir que los clientes traigan sus propias bolsas, tazas u otros artículos reutilizables desde el hogar”, según consigna el portal USA Today.
La reacción que ha tenido la Asociación de Plásticos en Estados Unidos ha sido ampliamente criticada, por percibirse como un aprovechamiento de las circunstancias críticas, con el fin de reactivar el lobby a favor de las bolsas plásticas. Pero ¿cuál es la opinión de la industria en Chile?
Desde ASIPLA -y en especial, desde nuestro Comité de Economía Circular- creemos y siempre hemos sostenido que la necesaria y correcta regulación de este tipo de productos es preferible a las prohibiciones, ya que situaciones complejas como las que estamos viviendo en el mundo con el Covid-19, exigen soluciones integrales capaces de responder a esas complejidades, lo que nos obliga a repensar la forma de hacer políticas públicas ambientales.

En ese sentido, desde la absoluta convicción de la circularidad del plástico y como primeros promotores del uso responsable, su reciclaje y reutilización, en un mundo con pandemia, el plástico “de un solo uso” se convierte en un aliado capaz de proporcionar inocuidad, seguridad y protección, siempre y cuando el foco esté puesto en asegurar el correcto manejo y disposición final de esos plásticos, por lo que independientemente de su potencial, no los podemos reciclar.

En definitiva, aunque con frecuencia nos encontramos con posturas extremas y simplistas en favor de una causa u otra, la realidad de la humanidad y del planeta, tal como lo ha mostrado esta Pandemia, es multivariable e inmensamente compleja, por lo que las soluciones reales y sostenibles también van a ser complejas y requerirán incorporar múltiples variables. Es aquí donde, al igual que con el aislamiento social, es tarea de todos sin excepción, hacer un uso responsable de lo que consumimos.